DAMAS ENGAÑOSAS

DAMAS ENGAÑOSAS


En reposo, sentadas, desnudas o semidesnudas, con una leve sensualidad o suave erotismo, con insinuación en su rostro impenetrable, muestran una pasividad o quietud - que acentúa el hieratismo de alguna - con la mirada perdida o ensoñada, en un gesto que deja entrever una ambivalencia física y psíquica, que contrasta con esos pechos exuberantes y la desnudez general.


Es como si el sexo estuviera velado, incluso en Las tres Gracias, donde hay un predominio de candor, y la sexualidad está ausente aunque esté manifestada, algo más allá de lo aparente y que a penas se intuye.


En La mirada del otro queda también de manifiesto el hieratismo, y esa mirada muda que ha de adivinarse. El otro aunque próximo no deja de ser universo distinto y la mirada, a través del agua del ojo, que podría ser vehículo de comunicación, aquí tampoco se produce porque los ojos que vemos tienen el agua ausente, como los de un mascarón de proa.


No es casual que el único paisaje sin figura, sea una imagen del mar, casi enmarcado, donde el agua es símbolo de vida, purificación y regeneración a la vez. Es la potencialidad al infinito, dormida, esperando que alguien o algo le despierte y dé vida. Es la dualidad ampliamente significada. Y aunque sea inconsciente, reincide el predominio de agua en una de las caras de Diana en reposo, aunque ahora sea un lago en vez del mar, al igual que en Las tres Gracias.


Alguna figura tiene cierta torpeza intencionada, que forma parte del ingenuismo que recorre en general estos cuadros. El tratamiento de las manos, por el contrario, son al más puro estilo clásico.


Las transparencias de aguas y telas que permiten ver la carnosidad son membrana interior de cebolla o de cáscara de huevo, piel de uva moscatel próxima a lámina de cuarzo, a vidrio amberina o cristal roca.



El color que consigue en los cuerpos desnudos, con un blanco entre lino y loto, blanco llama o lila blanca marchita, blanco nardo o pálido narciso, blanco cera, álamo blanco o blanco perla, tul o seda blanca como el blanco algodón, blanco nácar o sal marina que contiene el azul, blanco de mora o uva blanca, blanco ostra o blanco lágrima, dan pálpito a la carne, y todo resumido en un blancor que es luminosidad y vida, que junto a los carmines nos ofrecen el rosa carne doncella.


Jesusa Quirós en un juego de deleite y armonía aporta un saber hacer en clave de clasicismo y modernidad.


Scardanelli.

(Exposición de Jesusa Quirós.Ra del Rey. Madrid, noviembre 2011)




EL NOMBRE DE LAS COSAS

EL NOMBRE DE LAS COSAS


“... dáme el nombre exacto de las cosas”, le pedía Juan Ramón Jiménez a la naturaleza. Sabía, sin embargo, que no era ésta sino él mismo quien podría tener respuesta. Porque las cosas no parten bautizadas en origen (eso sólo lo hacen ciertos productos de consumo con aspiración de bien estratégico). Son los intermediarios y también los destinatarios lo que ponen nombres a las cosas, sean o no “exactos” esos nombres.


En todo caso, una vez utilizada la naturaleza, creada una nueva realidad, el asunto del nombres es secundario. Lo fundamental, desde ahora, es la impresión que causa en nuestros sentidos la nueva realidad.



Miro los cuadros, las “realidades” con que Jesusa Quirós nos invita a compartir el nombre que le ha puesto a las “cosas” y se me ocurre que cada una de ellas vive y es identificable por sí misma, pero que –al igual que el individuo- su sentido último, su “nombre” implícito, hay que buscarlo, hay que preguntárselo al conjunto; no al todo, sino al conjunto.




Porque en el todo hay forasteros “aforados” sumados a ese conjunto tal y para subrayar consciente o inconscientemente su unidad, la lógica de su estética y la “idea” (en el sentido hegeliano) que discurre y se despliega entre los meandros de los sentidos.



Así, el conjunto no es una cantidad” una cifra final de “cosas”, sino un producto; como diría el profesor Tierno: “un resultado”. Pero un resultado finalista, tácitamente preconcebido en cada unidad en sí misma que cobra todo su sentido y toda su dimensión en el conjunto.



Jesusa nos comunica en forma elíptica cómo ve el mundo en este momento –con una ligera pisada en el ayer- aportando como siempre un punto de guasa, un guiño cariñosos, de suave esperpento, desbastando las aristas de la realidad sin rehuirla; exponiéndola y definiéndola.



Pero, ¿es la realidad o su realidad? Nada mas formular la pregunta, ya nos parece ociosa. La realidad, para un creador, es su realidad; va en nosotros compartirla, pasarla por alto o rechazarla.



La obra, una vez creada, se independiza de su autor y virtual destinatario; pero les pertenece a ambos. Y esa pertenencia pueda llegar hasta la identificación. Ese sería el logro de su creador. Y. éste es el logro de Jesusa Quirós.





Juan Antonio Matesanz










CUANDO LO LÚDICO ES PASION

CUANDO LO LUDICO ES PASION

Cada cuadro de Jesusa Quirós podría inspirar una escenificación fantástica, dada la carga potencial de sus personajes y su entorno: de su dama de noche y día que emerge de las aguas; del joven que airea en pleno campo sueños de adolescente o el torero que brinda al redondel. Sin embargo... poco diríamos con ello del auténtico protagonista de su hacer que es la pintura pura. Pintura enfebrecida de color, impulsiva en la exigencia de colocar aquí, un azul intenso junto a un negro y poco más allá, un rojo sobre amarillo, o un verde entre violetas. Colores puros, en equilibrada conjunción, desafían la mirada complaciente y buscan hacer partícipe al contemplador de la batalla que libran entre yuxtaposición y complementariedad, para concluir en una superficie de expresividad gozosa que se ciñe a una composición no rigurosamente controlada.



Forma y color se arriesgan en una aventura que, como tal, conlleva riesgos e incertidumbre. La artista abre su mundo ante el soporte y ejerce como sacerdotisa de un juego misterioso del que posee las claves sin saberlo. De ahí el capricho de la línea en redondear contornos ampulosos como en fijar piruetas, rostros y figuras sorprendentes. Primero, el lápiz tratara de dar cuerpo a una idea e ira fijando trazos, silueteando formas hasta dejar que poco a poco, intervenga el pincel degradando la intensidad de un azul o un amarillo, salpicando pequeñas manchas, permitiendo que un color admita a otro en su proximidad o se filtre en él, casi por casualidad. Después vendrá la sorpresa de comprobar hasta que punto forma y color establecen un pacto de entendimiento sobre la superficie del cuadro.


La pintora obedece a estímulos que necesita concretar y se sitúa por encima del plano en cuyo trasfondo permanecen sus vivencias. En sus pinturas se inscriben figuras monumentales y rotundas, junto a personajillos que gozan de su propia presencia y hay una ventana abierta a la Naturaleza, el mar, el árbol, el río o la nube, que permanecen majestuosos en el silencio de lo estático. La imaginación teje un discurso que tal vez pueda parecer ajeno a toda lógica, pero fantasía y razón no son extrañas aliadas, e incluso la segunda se sirve de la ironía y de la ambigüedad para hacer bajar los humos a la primera.


La obra de Jesusa Quirós envuelve en el laberinto de su personalidad artística. Sus figuras trascienden la inocencia y sus monstruitos conmueven desde su compleja existencia. Son seres que viven una realidad casi siempre alegre y la mayor parte de las veces diferente a la del común de los mortales. Sus rostros animados no invitan necesariamente a indagar en su historia, les basta con sentirse vivos, alumbrados por una mente que ha encontrado el modo idóneo y el lenguaje adecuado para hacerlos llegar hasta nosotros.


Hay en la exposición algunas piezas-objeto, trabajadas a partir de trozos de madera quemada o de otros materiales orgánicos, que la artista transforma y a los cuales permite que se encaramen algunos de sus personajes. No resulta el hecho nada de extraño, dado que viven su vida en la misma libertad en la que han sido concebidos y pueden la pintura por su sangre y a ella deben su existenincursiones a su antojo. Jesusa Quiros les permite travesuras sabiendo que volverán a la pintura de la que salieron porque fluye. Disfrutemos con ellos y con los increíbles campos de color que habitan. Solo nos queda añadir que, en esta ocasión, la imaginación creadora, en nada supera a la categoría pictórica. Una y otra brindan los frutos que recoge esta muestra.




Rosa Martínez de Lahidalga

De la Asociación Española e Internacional de Críticos de Arte



















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